SANABRIA-LA CARBALLEDA
A la caza del cultivo
Los agricultores de la Sierra de la Culebra muestran su desasosiego por los daños que el ciervo y el jabalí producen en los cultivos
JUANMA DE SAA/ ICAL
Extraido de La Opinión de Zamora
En plena Sierra de la Culebra, los agricultores de la localidad zamorana de Boya -cuyo término se encuentra por completo dentro de la Reserva Regional de Caza- ya no saben qué hacer para salvaguardar sus cultivos de la fauna autóctona, especialmente del ciervo y del jabalí, cuya voracidad ha diezmado las plantaciones de patatas y cereales.
Los cálculos realizados indican que en la Sierra de la Culebra y su entorno viven unos 2.000 ciervos y más del doble de jabalíes que, en el caso del cuartel de caza número 5, en el que se encuentran términos como Villardeciervos, Cional, Sagallos y Boya, supera la cifra de 200 jabalíes. «Con la poca extensión de terreno cultivado que tenemos en estos pueblos nos vuelven locos», dice José Manuel Soto, responsable de Medio Ambiente de COAG Zamora. «El jabalí sabe ir de forma escalonada. Ahora va a los huertos de patatas y, cuando acabe con ellas, va a empezar con el poco centeno que hay. Por eso nos indignamos cuando algún técnico nos dice que la solución es no sembrar», comenta Soto. «Los técnicos deben darse cuenta de que el día que no quede gente en los pueblos, ellos tampoco harán falta porque el mucho dinero que cobran cada mes sale del mismo cajón del que deberían salir las indemnizaciones». En este sentido, Soto asegura que «bastaría con 60.000 euros para cubrir los daños de 42 pueblos y por eso nos preguntamos por qué son tan rácanos en la Junta y por qué nos quieren robar lo que es nuestro y que tanto nos ha costado conseguir».
A las afueras de Boya, el agricultor muestra los destrozos que los ciervos han producido en una finca en la que sembró patatas. Hay huellas de los animales que participaron en el festín por todas partes y muchas plantas arrancadas de raíz. «A las que no ha arrancado les come las hojas y el efecto es el mismo. Hubo una época en la que de este pueblo salían 400 toneladas de patatas. Ahora no salen 15 y, si seguimos así, no saldrá ni una», asegura con pesar.
«El problema es gordo porque los pocos que nos dedicamos a sembrar cereales y patatas vamos a tener que dejarlo. No se cotizan los daños y, cuando se hace, es poco, mal y tarde. Si he querido conservar un poco de terreno para sembrar patatas y unas hortalizas, lo he tenido que he cercar y pagarlo yo. Llevo gastado más de 600 euros, sin contar los ocho días de trabajo para cercar los terrenos», explica.
El responsable de Medio Ambiente de COAG Zamora escucha al vecino de Boya y recoge una planta destrozada, de cuyas raíces cuelgan un par de minúsculas patatas. «Los pueblos van a menos, cada vez queda menos gente y la agricultura va desapareciendo mientras que la fauna está en plena expansión, apoyada por la Administración regional», apunta.
«Llevamos más de 20 años luchando. Hemos salido a la calle, hemos mantenido reuniones, hemos llegado a acuerdos y lo llamativo es que el asunto no se solucione por capricho de los técnicos, no de los políticos como ya le hemos dicho repetidas veces al director técnico de la Reserva Regional de Caza Sierra de la Culebra, Javier Rueda», añade.
El paseo matinal por varias fincas de Boya pone de manifiesto una constante de la que ningún agricultor parece librarse. «Fíjese. Cuarenta plantas destrozadas. Vino a hacerme la hoja el ciervo y todos los repollos, destrozados. En esa finca de ahí, le comieron todos los puerros. Así, en casi todas», recalca Marcelino Gallego. «Ya no es el valor en euros de cuarenta repollos, es que quien se toma el trabajo de sembrar quiere vender o comerse sus productos y no que lo hagan los ciervos o los jabalíes. Por eso sería estupendo que los técnicos, que tanto saben y que tan listos son por haber estudiado tanto, viniesen aquí para cuidar ellos mismos los huertos y saber lo que se siente cuando el trabajo se va al traste», dice Soto.
Junto a una de sus pequeñas parcelas, Marcelino Gallego niega con la cabeza al señalar los tres alambres de espino, con bolsas de plástico y llamativas cintas de obra que ha colocado para intentar proteger del ciervo y del jabalí sus fincas. «El primer día sirven para algo pero, cuando la ven el segundo, la saltan sin problemas o, en el caso del jabalí, excavan un poco y pasan por debajo. Es imposible evitarlo salvo que pongas una cerca de metal que vale más que las tierras y los cultivos», se lamenta.
Ante toda esta compleja polémica, COAG Zamora asegura que la solución radica en reducir la fauna en la zona. «Venimos diciendo desde hace años que debe haber menos animales en la Sierra de la Culebra. ¿Para qué queremos 2.000 ciervos, miles de jabalíes o 200 lobos? Somos víctimas de un poder fáctico que es la caza de elite, en la que se mueve mucho dinero», indica Soto. «Es siempre la misma historia. El otro día dijimos que está muy bien que haya buitres en Los Arribes del Duero pero alguien tiene que darles de comer. ¿Hay algún funcionario encargado de llevar carroña a los dos muladares construidos y sin estrenar? No. Así, los buitres ven un animal pariendo o una vaca débil y la matan, perdiendo siempre el ganadero».
Por añadidura, las relaciones entre el sindicato agrario y los responsables institucionales y los técnicos parecen haberse estancado. «Estuve hace un par de días en la Delegación de la Junta en Zamora y tuve ocasión de hablar con una técnica. Exigíamos que faciliten todas las formas de dar caña al jabalí, autorizando las formas posibles de abatirlo y esa técnica me dijo que sólo conocíamos la solución de matar y afirmó que la alternativa es que los agricultores vallen los huertos», relata José Manuel Soto enseñando las palmas de las manos. «Si todos vallamos nuestros huertos, teniendo en cuenta que apenas se cultiva ya fuera de los pueblos, ¿han pensado los linces de la Junta qué van a comer los ciervos?», comenta con sarcasmo.
Ante esta situación, la organización agraria ya ha dado un aviso a la Junta de Castilla y León sobre la posibilidad de emprender movilizaciones antes de que termine el verano «si no se cumple lo estipulado hace años en cuanto a las tablas de compensación que ahora se ha visto reducida a la mitad en el caso de las patatas». De esta forma, los cazadores que hayan adquirido permisos para cobrar una pieza podrían encontrarse dentro de escasas semanas con una nutrida presencia humana en la Sierra de la Culebra en plena época de rececho de caza mayor.
«Si la Junta sigue por estos derroteros no vamos a dejar recechar los ciervos. Ya ha habido tiempo de dialogar y recapacitar y no vamos a permitir que se imponga el mero capricho de Javier Rueda, que es el director técnico de la Reserva Regional de Caza», sentencia Soto. «Si supiésemos que es un problema de criterio político emprenderíamos otras actuaciones pero es que estamos hablando de un técnico que no atiende a los responsables de la Junta. ¿Es que Javier Rueda manda más que todos los políticos juntos?», pregunta.
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