martes, 10 de febrero de 2009

libertad trabajador que causó un incendio en La Culebra

laopinióndezamora.es » Comarcas

SANABRIA-LA CARBALLEDA
En libertad el trabajador que en 2004 causó un gran incendio en La Culebra con una motosierra
Sobre Antonio Burgos, que afirma que volvió «a nacer» porque los compañeros le rescataron de las llamas, no pesa la imputación «de ningún delito»




J. A. GARCÍA. Villardeciervos
Antonio Burgos Abad, de Villardeciervos, siente por fin una tranquilidad interior que le devuelve a la vida tras haber recibido del Juzgado el auto que decreta su libertad «al no habérsele imputado ningún delito». Pasó más de cuatro años -desde el mes de junio de 2004- en libertad provisional, compareciendo ante el Juez de Paz los días 1 y 15 de cada mes, «y siempre que fuere llamado».
Antonio Burgos manipulaba una motosierra en el corazón de la sierra de La Culebra cuando le estalló en las manos y originó uno espantoso incendios forestal que se llevó por delante 350 hectáreas de pinos de la Reserva Regional de Caza de la Sierra de La Culebra. El fuego obligó a recurrir a todos los medios humanos, mecánicos y aéreos; levantó una mayúscula polvareda de críticas sobre la prevención y extinción de los incendios forestales, y de nuevo aventó las sospechas sobre los intereses madereros.
Desde entonces Burgos Abad, que vive prejubilado «con menos de 500 euros al mes», ha pasado por un calvario que no le dejaba vivir, temeroso de que un fallo judicial pudiera sumirle en la mayor ruina.
Aquel día de grandes llamaradas, el 18 de junio del año 2004, Antonio Burgos «volvió a nacer» tras ser rescatado por los compañeros de entre las llamas que le envolvían. «Eran aproximadamente las 13.00 horas. Yo estaba trabajando con una motosierra, cortando leña, administrando los pinos, podándolos? Vino un chispazo, no sé de dónde, estaría mal la máquina, y se encendió la motosierra. Instintivamente la desplacé de mí porque me quemaba y entonces empezó el fuego. Unos compañeros vinieron corriendo a rescatarme y suerte que tuve que estaban trabajando al lado, si no allí me abraso».
El pasado 28 de enero recibió la notificación del auto por la que el Juzgado de Instrucción nº 1 de Zamora, en su parte dispositiva, reforma el auto de 19 de junio de 2004, en cuanto a la libertad provisional, y decreta «la libertad» que le ha llenado de sosiego.
El suceso ocurrió, además, el día que ponían punto final a la campaña de poda. «Ese día nos íbamos para casa y en la nave del encargado teníamos organizada una farra de todas las cuadrillas para celebrarlo. Mira qué celebración para mí y para el capataz, José Castaño, de Olleros de Tera, que nos detuvieron, nos llevaron para Zamora y pasamos toda la noche en el calabozo. Ese día ya ni comimos ni nada. Y hemos estado más de cuatro años ahí, pasando los unos y los quince por los juzgados. Yo fui a Zamora, hablé con el juez de Instrucción, lo arreglé, y me pasaron al Juzgado de Paz, de Villardeciervos» expresa el ex trabajador.
Antonio Burgos, libre del peso que le oprimía los interiores, no puede menos que recordar que el fuego empezó en la sierra y llegó hasta la caseta que hay entre Ferreras de Abajo y Litos. «¡Una exageración!» Pero va más allá y hace alusión a un uso inadecuado de los medios. «Si llegan a estar los coches al lado se apaga en un momento, pero estaban a dos o tres kilómetros. Los preparativos de apagar estaban en los coches, que estaban al fondo del pinar. Fuimos a por los coches y cuando subieron arriba el fuego estaba? ¡uf!».
También ha quedado libre y descargado el capataz José Castaño, que igualmente vivió el trance del calabozo y de las comparecencias mes tras mes.

«Quedé en el suelo, con la ropa ardiendo; si no me sacan de allí, me abraso»
Antonio Burgos desmiente algo que entonces circuló en algunos ámbitos, y es que la motosierra se prendió porque al recargarla de gasolina el operario se puso a fumar. «No soy fumador», señala, para despejar toda duda al respecto. Y detalla la inolvidable peripecia. «O estaba mal la motosierra o lo que fuera, pero en un santiamén se alampó y fue directamente al depósito de la gasolina. Cuando la tiré se alampó más porque se ve que ya estaría quemado el tapón de la gasolina y, desde mi puesto hasta donde cayó la motosierra, todo lleno de gasolina. ¡Tela marinera! Al tirarla me caía al suelo y el fuego se vino a mí. Nací aquel día. Se prendieron los pantalones y las manos no las quemé porque al caer al suelo se ve que las metí en tierra. No me dio tiempo a salir. Había treinta o cuarenta centímetros de espesor, de maleza seca. Quedé en el suelo, con la ropa ardiendo. Estaban el capataz y otros tres o cuatro al lado, y me vieron. Si no me sacan de allí me abraso» explica.
« Me sacaron a unas peñicas. Eramos tres cuadrillas e intentamos apagarlo, pero ya digo que los preparativos estaban en los coches. En lo que fuimos a los vehículos y volvimos el fuego se extendió. Aquel día nací yo; y luego el castigo que me dieron. Directamente vino la Guardia Civil y directamente para Zamora, al calabozo. Fue poco tiempo el que estuvo, pero mal. Ahora, con esto del Juzgado, de la libertad, menudo descargue, porque siempre andaba uno pendiente de tener que pasar» recalca Antonio Burgos.

Amante de la naturaleza y de las manualidades
Antonio Burgos Abad ha recuperado el ánimo con el auto judicial que le retira de estar en el punto de mira de un incendio devastador, ocurrido en el espacio protegido de La Culebra. En las faenas de poda y silvopastorales ha pasado más de tres lustros de su vida, y no quita de la cabeza que fue salvado por los compañeros cuando era una tea.
Es, por lo demás, un amante de la naturaleza, que disfruta del campo y de sus patrimonios y riquezas. De ahí que muestre, entre sus aficiones, a algunos animales disecados, como un raposo, un pequeño tejón y una ardilla, así como algunas aves.
Fue pescador y entre sus gestas están varias carpas de imponente tamaño. Una especie que afirma conocer bien, «y que es capaz de cortar los sedales de las cañas con sus dentadas aletas». Incluso, con tales armas puede acabar con la vida de algunos depredadores que la acosan.
Burgos Abad tiene otras aficiones. En sus paseos por el campo gusta de recoger varas de roble u otras especies apropiadas para la doma y con ellas hace las típicas y tradicionales cachavas. De sus manos han salido una docena o más de cayadas, que mantiene perfectamente colgadas. Son piezas de diferentes tamaños, ninguna descomunal, debidamente tratadas y conseguidas. Sorprende el poco peso de algunas piezas.
«Cuatro seticas y un huertico» son las otras dos aficiones de este cervato, que le sirven para colmar la mesa «y seguir viviendo», según sus propias palabras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si respetas a los demás al comentar, te respetamos el comentario.
Si no respetas a los demás, te lo borramos.