sábado, 10 de enero de 2009

«No más atentados en nombre del progreso»

La Opinión de Zamora

SANABRIA-LA CARBALLEDA
«No más atentados en nombre del progreso»
Más de un centenar de víctimas, arropadas por vecinos y autoridades, reclaman justicia y atención al pueblo, donde se erigió una enorme escultura de bronce en recuerdo del desastre




J. A. GARCÍA / I. GÓMEZ. «Era una noche sin luz y con niebla...». María Jesús Otero Puente asumió ayer la voz de los supervivientes de la tragedia de Ribadelago, que en la madrugada del 9 de enero de 1959 segó la vida de 144 personas y destruyó todo un pueblo como consecuencia de la rotura de la presa de Vega de Tera.
Medio siglo después, la perenne memoria que año a año han mantenido viva en la intimidad de la iglesia de Ribadelago un puñado de vecinos cada 9 de enero, se tornó en un multitudinario acontecimiento. Políticos de todo signo, alcaldes, representantes de las administraciones, asociaciones, entidades bancarias... Una amalgama de personas acompañaron a los vecinos de Ribadelago, a los supervivientes y familiares en el recuerdo de aquella mortífera riada que estremeció a Zamora. Hasta la Casa Real, ausente en los actos pese a que se acariciaba la esperanza de que algún miembro pisara Ribadelago, tuvo un gesto de cercanía con el acontecimiento de la mano del Príncipe Felipe. El heredero de la Corona remitió un telegrama ayer por la mañana para unirse «de corazón a este homenaje a los 144 sanabreses que perdieron la vida, así como a los supervivientes de esa tragedia».
Ciento cuarenta y cuatro nombres que desde ayer permanecen inmortalizados en una placa de bronce junto a la escultura de Ricardo Flecha descubierta en el pueblo, representando a una madre sanabresa de la época del desastre que rodea y protege con su toquilla a un niño asustado por la catástrofe y que a la vez simboliza el futuro. Una majestuosa pieza en bronce, con una altura de 2,52 metros y unos tres mil kilos de peso, que se levanta cincuenta años después de la tragedia. Los obispos de Astorga (Camilo Lorenzo) y Zamora (Gregorio Martínez), acompañados del párroco de Ribadelago y otros de la zona, protagonizaron la bendición del monumento, donde se depositó un ramo de flores.
El multitudinario homenaje, organizado por el Ayuntamiento de Galende, no por menos íntimo fue menos emotivo. Todo lo contrario. Un emergente sentimiento de solidaridad y cercanía se extendió por la carpa. Primero fue el alcalde de Galende, Jesús Villasante, quien priorizó la bienvenida con un «queridos supervivientes». Más de un centenar de aquellos que sobrevivieron a la tragedia fueron situados en un lugar preferente. Un inconfundible rincón cargado de sentimiento, de dolor, de recuerdo... También de lágrimas. Como las de Eloína Fernández, inconsolable con la memoria de los padres y dos hermanos perdidos. El nonagenario Olegario Parra, desolado recordando a los tres hijos que no vio crecer; Avelino Puente, a quien la riada arrebató a una hermana de 24 años; Nieves Fernández y su marido Victorino Fernández; César González, que se quedó huérfano de padre; José Fernández Vargas, a quien la riada dejó solo en la vida con dos añitos mientras los cuerpos de sus padres y un hermano flotaban sobre las aguas; Felipe San Román, huérfano de madre con sólo doce meses de vida... Salvador Parra, ausente en el acto por enfermedad; Francisca Fernández Coco, Manuel Fernández, José Puente, Tomasa Puente....

Cada persona esconde una historia de tristeza, pero también de superación. La catástrofe reunió ayer a más de un centenar de supervivientes, a los que pusieron voz las sobrecogedoras palabras de María Jesús Otero. Esa niña de diez años aquella noche «sin luz y con niebla» que martillea en su memoria cuando «el agua arrastraba casas y víctimas» es profesora de Lengua y Literatura en un Instituto de Madrid.

«No os abandonaremos»
A Mª Jesús Otero la distancia no le ha restado un ápice de apego a su pueblo de Ribadelago, donde floreció la cultura popular, un núcleo «rico en ilusiones y en una vida intensa de trabajo duro». Con un indisimulado resentimiento contra quienes en el año 1948 pusieron las miras en la zona para explotar la riqueza hidráulica, María Jesús Otero recordó a los que murieron en las obras de presa y a los supervivientes que enfermaron de silicosis «y han ido muriendo en un macabro goteo a lo largo de cuarenta años... Y, por fin, se llevan por delante el pueblo». Ribadelago pagó caro el precio del progreso, «que no nos dio nada, ni la luz. Y nos quitó todo, hasta la vida».
Un estremecedor silencio atendía las palabras de esta superviviente, quien aprovechó el amplio aforo político para solicitar la «sensibilidad» de las autoridades con un pueblo «que sigue un tanto abandonado», a la vez que apelaba a «no cometer más atentados contra el falso progreso».
Palabras que tendrán su perpetuo sentido en el anunciado edificio de la memoria de la catástrofe, que incorporará material gráfico, sonoro y objetos alusivos al desastre para que el recuerdo de las víctimas sea imperecedero. Una iniciativa impulsada por el Ayuntamiento de Galende, que ayer recibió el respaldo público del presidente de la Diputación, Fernando Martínez Maíllo, con la cesión de una casa en Ribadelago propiedad de la institución provincial para albergar la sede del edificio.
El alcalde de Galende, Jesús Villasante, al grito de «pedimos justicia», recogió el guante lanzado por Martínez Maíllo, desde «este pequeño pueblo, donde todavía hoy cada corazón que late siembra por las venas sangre dolorida; cada corazón es una sepultura sobre la que sigue llorando una población que, a pesar del coraje, aún vive en la pesadilla». Villasante reclamó el reconocimiento a las víctimas, obligadas a «soportar el horror de ver cómo sus familias, padres, hijos hermanos eran arrastrados por una ola de muerte que no perdonó ni a los niños, a los que llevó con el primer sueño.,.. Veinticinco mil pesetas pagaron la muerte de un niño. El tesoro más precioso no tenía valor entonces».
La consejera de Administración Autonómica, Isabel Alonso apostó por «seguir recordando y a la vez mirar hacia adelante». Y un no menos efusivo presidente de las Cortes, José Manuel Fernández Santiago, confesó que la tragedia de Ribadelago «forma parte de mis memorias más íntimas, porque me lo contaba mi abuelo». Imbuido por esa cercanía que ayer se dejaban sentir en la abarrotada carpa de Ribadelago, el presidente de las Cortes se dirigió de forma muy directa a los supervivientes. «No os abandonaremos y procuraremos que otros muchos no os olviden jamás», prometió como portador de «un sentimiento honesto y de solidaridad de todos los ciudadanos de Castilla y León».
El delegado del Gobierno, Miguel Alejo, no se quedó atrás. Receptor de las demandas planteadas por el alcalde, víctimas y vecinos, el representante del Gobierno central aseguró « haber escuchado «atentamente» las reclamaciones y prometió «trabajar para atender las necesidades» porque «Ribadelago se lo merece todo. Sabéis que contáis con nuestro apoyo».
La cascada de reacciones solidarias con Ribadelago no pasó desapercibida para unos vecinos que piden «más hechos y menos palabras». Aunque ayer era día de de recuerdo. Y de él dejaron también constancia los representantes de la Iglesia. Los obispos de Astorga y Zamora oficiaron una misa al final de la mañana, concelebrada con sacerdotes de la zona. En la homilía, el prelado astorgano, Camilo Lorenzo, desveló su conocimiento de la tragedia del año 1959, durante su estancia en el Seminario; «cuando nos dieron la noticia, rezamos por las víctimas y por los que habían conservado la vida». Consciente de la trascendencia de la tragedia, el Obispo de Astorga (Diócesis a la que pertenece Ribadelago) recordó que «siempre se busca a los culpables... Y algunas veces los fallos humanos pueden servir para que los responsables de proyectos similares hayan corregido los fallos técnicos y humanos».
La Banda de Música de Zamora, dirigida por José Ignacio Petit, que por la mañana tocó la Marcha Fúnebre de Chopin en medio de un sobrecogedor silencio, protagonizó por la tarde un concierto, caracterizado por la espiritualidad y el recogimiento, muy aplaudido por todos.

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