miércoles, 14 de octubre de 2009

Despoblamiento o despoblación

«El problema de los pueblos es cuestión de políticas irracionales»

BENJAMÍN CHARRO MORÁN. Articulo publicado en La Opinión

13 de Octubre de 2009



Pasa el tiempo y me duele...
Foto: Javier Alonso

No tardará en dar comienzo el invierno que poco a poco se irá comiendo a dentelladas paredes salitrosas que sobreviven a la desidia en una tierra despoblada de iniciativas, políticos comprometidos e ideas para atajar un mal que, me temo, ya no tiene vuelta atrás.

Nadie parece hacer caso a toda esa gente mayor que aún pervive como lo hicieron sus ancestros en nuestros pueblos de subsistencia. Personas que viven en sus pueblos con las desventajas que les trae el invierno en ellos. Personas sencillas que suplican ser escuchadas. Gente que siempre vivió a hurtadillas y entre disculpas por no importunar al poder. Gentes que aprendieron pronto el valor de la obediencia; de una obediencia hoy, al parecer, desfasada y anacrónica. Gente que continúa, como ayer, sometida a los dictados de sus políticos de referencia y que parecen inmutables.

El despoblamiento de nuestros pueblos no es sólo una causa intrínseca a los mismos. No, no. Es cuestión de políticas irracionales donde prima, por dejadez, la necesidad de la huida, nos vimos obligados a «huir». Pueblos de barro y piedra que a dentelladas el tiempo olvida y devora. Pueblos nuestros en los que resulta difícil ir llenando los huecos que la memoria va dejando. Rincones que van quedando fríos entre las piedras y adobes, donde el tiempo, allí, lo marcan los recuerdos y las ausencias que los crudos inviernos coleccionan a espaldas de todos.

Sí, un pueblo, el mío..., todos, es como una enorme caja donde uno guarda los recuerdos mas preciados de su infancia. Recuerdos de personas con nombres e historia impresa en la memoria que piden, de una vez por todas, ser escuchados y rescatados de su abandono institucional. Y es que los inviernos en estas tierras nuestras plagadas de reúmas se van cobrando demasiadas piezas dejando las casas vacías a la espera de su ruina. Inviernos que son puñales de soledad que diezman el batallón de los últimos soldados de unas tierras semiabandonadas por falta de servicios, infraestructuras deficitarias y hasta, lo que es peor, falta de calor humano que sólo parece tener sentidos en época electoral.

Son pueblos en mi memoria siempre a la brigada de la emigración redentora. Pueblos a los que el estado del bienestar ha marginado acrecentando las desventajas y el encanto que él tenía. Hoy en día, hay que reconocerlo, son más las desventajas que sus ventajas. El modelo urbano se ha tragado el pueblo al igual que la escuela hace ya tiempo que se la tragó la televisión. Las infraestructuras de nuestros pueblos ya no son suficientes, no existe la suficiente oferta de ocio que retenga a nuestros jóvenes. Todo sello, sin duda, trae, por tanto, consecuencias irreparables también para sus campos.

El futuro de los pueblos parece oscuro y es que corregir tanta desigualdad histórica no parece resultar demasiado fácil. Nuestros pueblos, nuestros campos y caminos ya no los reconoce ni su padre; y los pueblos, ni sus propios vecinos. ¿Habremos perdido la memoria, o quizás el futuro? Me temo que ambos. Y es que vivir pegados a la subsistencia genera demasiado conformismo. Rémoras difíciles de remover en unas tierras de dueños y lobos al acecho en las que la preocupación por nuestros pueblos, por nuestras gentes, cuando ello no tiene base en el mismo pueblo, no resulta nada fácil subsanar. ¿A alguien a estas alturas de la película le sorprende el hecho? No. Veo que nuestros pueblos no son nada más que geriátricos y cementerios a la espera de un retorno sin vuelta. ¡Lástima!
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Prefiero no escuchar las estadísticas y juzgar con mis propios ojos. Estamos condenados a ser provincia de cola y hasta la propia autonomía parece haber acrecentado. Cada día más me doy cuenta de que los intereses de los zamoranos están más lejos de Zamora y de sus pueblos. ¿Qué capacidad política tendremos cuando hasta tenemos que buscar políticos de fuera?

La crisis de esta nuestra tierra es su despoblamiento y el que no queden generaciones a la espera para garantizar un futuro demasiado incierto. La fotografía que el otro día venía como base para el tema en este mismo diario era demasiado elocuente. Como esa pareja de ancianos sólo nos queda meditar, bajar la cabeza y apoyarnos en el bastón que sostiene la poca esperanza que nos quede. El pasado de los pueblos se desmorona, el futuro no existe y el presente parece demasiado cansado.




1 comentario:

  1. Yo vivo aquí: no faltan iniciativas, sobran políticos clientelistas, trabas absurdas y diseños del futuro realizados desde los despachos con aire acondicionado con vistas a jardines prefabricados. Los pueblos, más que morirse, llevan décadas matándolos.
    ¿Políticos comprometidos? Quizás falta, por nuestra parte, un poco de vista: separar el trigo de la paja y convencernos que es posible mejorar.
    Aunque a más de uno haya que llenarle el trasero de moratones.
    Saludos

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